Qué hacer cuando el cliente dice que lo tiene que pensar

Qué hacer cuando te dicen que se lo tienen que pensar

¿A veces te pasa que cuando le dices el precio de tus servicios a un cliente te dice que se lo tiene que pensar, consultarlo con la almohada, comentarlo con su pareja, hacer cuentas o pedir un préstamo?

¿Entonces qué haces? ¿Qué le dices en ese momento?

Ya sabrás que yo siempre recomiendo a los coaches, terapeutas y nutricionistas que ofrezcan programas de varios meses de duración en vez de sesiones o consultas sueltas.

Y obviamente estos programas tienen un coste elevado porque vas a trabajar durante tiempo con ellos y requieren un compromiso y una inversión altos por parte del cliente.

Por eso recomiendo que para venderlos hagas una sesión o una entrevista gratuita donde el cliente te cuente exactamente lo que necesita, que tú compruebes que le puedes ayudar y que él te pueda hacer preguntas.

Al final de esta entrevista le dirás cuáles son los precios de trabajar contigo.

En ese momento es normal que el cliente te diga que se lo tiene que pensar porque es una inversión importante.

Si le dices “Vale, piénsatelo y ya me dirás”, ¿qué sucederá si después de una, dos o tres semanas no has oído nada por parte de ese posible cliente?

Quizás estarás pensando si llamarle o enviarle un email. Pero tampoco quieres parecer demasiado insistente o pesado.

¿Qué puedes hacer en esta situación?

Dale al play y te hablo de lo que no debes hacer y de lo que sí.

La visita al médico que me enseñó las claves en una conversación de venta

Claves en una conversación de venta

El otro día fui al médico y me pregunto lo típico: «¿Qué te pasa?».

Después de unos 10 o 15 segundos de contarle lo que me pasaba cogió el boli y empezó  a escribir la receta, lo que me tenía que tomar.

Mientras escribía yo seguía contándole lo que me pasaba, otras circunstancias, cosas que me habían pasado antes, cosas que podían estar relacionadas y que creía que tenía que tener en cuenta para tomar una decisión.

Pero él ya no me estaba escuchando. Ni siquiera me estaba mirando. Ya había tomado una decisión de lo que me pasaba, el diagnóstico y lo que me tenía que tomar. Ya lo había escrito y no había más que hacer. No quería saber más.

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